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JOSÉ RAFAEL HERRERA
jetivada de la vida cotidiana, de la producción econòmica, de las rela
ciones politicas de los pueblos de la antigiiedad. Como dirla Marx, a cier-
tas y determinadas relaciones de producción corresponden ciertas y de-
terminadas formas de representación, es decir, ciertas y determinadas
formas
ideológicas.
Los
bestioni
históricamente reales son, en este senti
do,
bestioni
conceptuales y espirituales. Por elio, al intentar estudiar de-
tenidamente a los
bestioni
históricamente reales y efectivamente presen-
tes en nuestro tiempo, con seguridad podremos tener noticia de la ma
nera corno viven, conciben e interpretan al mundo de hoy16 .
Es verdad que antes de la manifestación efectiva del mito, en cuanto
tal, el hombre, en su estado bestiai, ferino, sigue ante todo sus instintos
de conservación y, para elio, concentra su existencia en la necesidad. Pri-
meramente, anhela la preservación de su propia existencia; luego la de
su mujer y la de sus hijos; mas tarde, lucha por su propia preservación,
cuando defiende la preservación de las circunstancias, el hombre lucha
principalmente su propio interés17.
16 Es por cso que, segun Vico, a cada clase de naturaleza y gobierno correspondc una len-
gua. Pero, ademàs, agrega, no sin énfasis critico y dialéctico, que ya desde
el tiempo de lasfa
milias, los hombres gentiles se hicieron de pronto humanos...
En otros términos, desde el mo
mento mismo en el que se manifiesta el ser,
de pronto,
esto es: inmediata y simultàneamente,
se manifiesta su consciencia.
17 En el Libro Segundo de la
Scienza nuova,
dedicado a la exposición de la «Sabiduria Po
etica», Vico sonala: «Vagando con errar salvaje por la gran selva de la tierra [...], para guarc-
cerse de las fìeras, que debi'an de ser abundantes en la gran selva, y para seguir a las mujeres,
que en tal estado debi'an de ser salvajes, recias y esquivas, y dispersados para encontrar co-
mida y agua, abandonando las madres a sus hijos, éstos debieron poco a poco crecer sin oir
voz humana ni aprender humanas costumbres, lo que les condujo a un estado de hecho bes
tiai y salvaje [...]. Las madres, como bestias, solamente debieron amamantar a sus hijos y de-
jarlos desnudos revolcarse entre sus propias heces, y apenas despertados abandonarlos para
siempre y éstos - teniendo que revolcarse en sus heces, que maravillosamente abonan los cam
pos gracias a sus sales m'tricas, teniendo que penetrar la gran selva, que debia de ser cspesisi-
ma debido al diluvio, y por cuyos esfuerzos debi'an desarrollar unos musculos para poner otros
en tensión [...1 las sales m'tricas aparecian en sus cuerpos en mayor medida [...]. Viviendo sin
temor alguno a Dioses, a los padres, a los maestros, el cual modera lo mas lujurioso de la in
fanda, debieron desarrollar desmesuradamente sus carnes y huesos, y crecer vigorosamente
robustos y asi llegar a ser gigantes [...]. Gigantes de los que se han encontrado y se sigucn en-
contrando frecuentemente en los montes enormes cràneos y huesos de un descomunal tama
rro. Todo elio hasta que, finalmente, la tierra se secò de la inundación universal y, sólo enton-
ces: el, cielo por fin fulminò, se estremeció con fulgores y truenos espantosos [...]. De aqui
que unos cuantos gigantes [...], espantados y atónitos ante tan impresionante fenòmeno [...]
alzaran los ojos y descubrieran el cielo. Por elio imaginaron que el cielo era un gran cuerpo
animado, que por su aspecto llamaron Jupiter, el primer dios de las llamadas gentes mayores,
que mediante el silbido de los rayos y el fragor de los truenos quisiera decirles alguna cosa; y
asi comenzaron a practicar la curiosidad naturai, [...] hija de la ignorancia y madre de la cien-
cia» (
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, voi. I, pp. 159, 163-164).