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JOSÉ RAFAEL I1ERRERA
cho de que el reino de la mera
necesidad
no puede ser considerado, to-
davfa, corno
el reino animai del Espiritu.
Mas bien, al objetivarse la so­
ciedad civil, en cada individuo se puede re-construir - incluso sin que lle-
guase tan siquiera a sospecharlo, es decir, con independencia de lo que
él mismo pueda pensar de sì - todo el recorrido ciclico de la historia
ide­
al
y
eterna.
Tal vez, Vico tenga razón al citar el viejo adagio:
Primos in orbe deos fecit timor28
La sociedad civil es, en tal sentido, la sintesis, el reconocimiento, el
resultado concreto, de estos dos términos correlativos o, mas esperffica-
mente,
especulativos,
a saber: de la necesidad y del temor, los cuales só­
lo llegan a objetivarse - y, en consecuencia, a hacerse conscientes de sì -
en el interior del tejido de la vida social. Antes del surgimiento de las pri-
meras formas sociales de existencia, no puede hablarse propiamente de
sociedad civil
en cuanto tal, pues sólo con la aparición del mito - de nue-
vo: del
religare
- los hombres adquieren piena conciencia de su interde-
pendencia. Aunque el ancestral recuerdo de su condición bestiai esté
presente - incluso corno reminiscencia aun vigente
para nosotros -
tarde
o temprano se
aprende
y
descubre
que sólo actuando corno
ser social
se
pueden conquistar los deseos individuales ultimos. En este sentido, pa­
ra Vico, resulta imposible separar la necesidad del mito, pues cuando los
hombres actuan en calidad de miembros de una determinada comuni-
dad y no corno presuponen los filósofos iusnaturalistas, es decir, de mo­
do solitario y aislado, a la manera de Robinson Crusoe - su sentido de la
relación (el religare) es tan primario y bàsico corno el deseo de corner,
reproducirse o resguardarse. De nuevo:
el orden y la conexión de las co-
sas es idèntico con el orden y la conexión de las ideas.
Es éste un planteamiento
fenomenològico
de la sociedad civil que, en
ùltima instancia, descubre el caràcter reflexivo - cabe decir,
invertido -
formulado por la filosofia moderno-ilustrada. En realidad, sin Estado no
hay sociedad civil. No son los individuos aislados quienes, abandonan-
do su condición salvaje, propia del «Estado de Naturaleza»,
acuerdan
fir­
mar un contrato y formar el Estado. La espirai inversión que hace Vico
de semejante argumentación tiene el propòsito de reconstruir el trànsi­
to que va - desde
los
hombres hasta
el
hombre. De modo que, a la in­
versa, una vez organizados, en su condición de
fàmulos2<),
dentro de las
28 «E l temor hizo surgir, por primera vez, a los dioses en la tierra» (ivi, p. 115).
29
Fàmulos
, o hambrientos, es el término del cual deriva -segun Vico- el concepto de fa­
milia. En efecto, Vico sostiene lo siguiente: «Al recurrir a los altares, los impios -vagabundos-
débiles, perseguidos a muerte por los mas robustos, los pios- fuertes mataron a los violentos y
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